miércoles, 20 de mayo de 2009

Análisis

Hoy al levantarme parecía una mañana cualquiera, una mañana soleada, con una ligera brisa. Sólo había una diferencia con las otras mañanas. Eran las 7: 30 de la mañana, y me esperaban en el centro de salud.

Sin desayunar, sólo con un vaso de agua y un cigarro que seguro alterará el tamaño de mis hematocrítos. Me dispongo a bajar con cara de no haber dormido nada. Y la verdad, que he dormido bien poco. El recuerdo de otra tarde perfecta contigo, y de la conversación que cambio mi vida, me sigue emocionando horas después. Espero que para toda la vida. Que suerte que te acordarás. Mi memoria es muy limitada.

Encaro, no sin espera, en la puerta ha ser llamado para la extracción de sangre. Observo, que tras el mostrador se aplican en la tarea cuatro enfermeras veteranas, a las que los tiempos de hospital ya les dejaron indiferentes, y sólo desean tranquilidad, librar las fiestas y fines de semana. Pero también me fijo, en que detrás hay chicos llenos de ilusión por empezar a desarrollar su futuro trabajo, gente que entra a las ocho de la mañana con ganas de aprender, y que la ilusión del día pasa por coger la vena a la primera.

Es mi turno, me dirijo a la mesa 3. Cuando me voy acercando, la enfermera veterana, cede el puesto a la alumna en prácticas. Estiro el brazo y ella me sonríe, pensando: "Lo siento". Los nervios afloran en ella. Seguramente es la primera vez. Intenta coger el Vacutainer, pero se le cae de las manos, le tiemblan. Por el rabillo del ojo observó a la enfermera veterana, con ojos inquisitivos, supongo que ya no se acordará cuando ella era alumna.

La verdad que al observar mi brazo, veo perfectamente la vena, incluso puedo sacarme sangre yo sólo, incluso con la mirada. Con el pulso poco firme, intenta penetrar mi piel. Antes la miro, e intento tranquilizarla con la mirada. No pasa nada.

El primer intento es fallido, ya lo sabía, tanto ella como yo estábamos convencidos de ello. Ahora con palabras le digo: "Tranquila, todos hemos sido nuevos, y se que lo puedes hacer". Con la sonrisa de la inocencia aún virgen lo intenta de nuevo. Y esta vez sí. Mi vena ha sido perforada. Y mi sangre, que pasará rápido a ser un número, será para esa futura enfermera el primer logro de su carrera.

Cuando me marchaba, con el algodón puesto en la flexura de brazo, vuelvo a mirar a la enfermera más veterana. Me mira y sonríe con malicia.

Horas después lo entiendo, un tremendo hinchazón aparece en mi brazo. Pero bueno, hoy alguien ha comenzado a ser feliz.

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