lunes, 11 de mayo de 2009

El fin

Aguantaba la vida como el que más. Con sus altos y sus bajos. Con sus momentos felices y sus momentos no tan felices.

Intentaba controlar todo, su trabajo era su mayor obsesión, y la perfección su meta más ansiada. Siempre estaba allí, hacia las cosas lo mejor que sabía. Todos le admiraban y le escuchaban cuando contaba historias de hospital. Era joven, pero sabía todo lo que debía hacer a cada momento, incluso lo de sus superiores más inmediatos. Su experiencia era un grado y todos se lo reconocían.

Empezó a salir con una chica, una mujer preciosa, una mujer llena de vida. Una mujer perfecta. Eran felices, mucho. Nunca sintió algo así por otra persona, pero estaba preocupado.


Parece una vida casi perfecta. Sin embargo, algo le rondaba la cabeza, día tras día. Su carácter depresivo le hacia llorar sin motivo alguno. Lloraba desconsolado en el borde de la cama. Una presión en el pecho, cada día a la misma hora le indicaba que todo podría acabar de golpe.

Pensaba en no ser bueno para la otra persona, le obsesionaba. Por eso, un día de calor intenso. Arrancó su coche dirección a ninguna parte. Dirección a un mundo nuevo.

Paro su coche en una calle perdida. No apago el motor. Encendió su cigarrillo favorito y espero con lágrimas en los ojos. Salió del coche con un tubo de caucho en las manos y los acopló al tubo de escape. El otro extremo quedo adherido entre la ventana y el marco de la puerta del coche.

Encendió otro cigarro, y esta vez con lágrimas cayendo por las mejillas, gritó: "Hoy me voy, te mereces algo mejor".

La muerte llego sigilosa, casi ni se enteró, un profundo sueño le abatió. Un profundo sueño del que no despertó jamás.

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