Me levanto con las manos en los riñones, y lo primero que pienso y digo en alto es: "Ya no estoy para estos trotes".
Una resaca atroz se apodera de mi cabeza, el lóbulo izquierdo choca de frente contra el derecho. Mientras el cerebelo mete cizaña, y la médula espinal pasa de todo.
La tarde-noche anterior fueron tremendísimas. Una locura.
La tarde empezó regular, y termino como el "Rosario de la Aurora". Fue una de esas tardes de hospital en las que has visto cosas que nunca olvidarás, que se lo cuentas a la gente y no se lo cree. Tardes extrañas, tardes liosas, tardes de carreras por los pasillos y de sudor a chorros. Quizá mereció la pena, simplemente una sonrisa al final del túnel de esas compañeras con cara de ángel, esas compañeras que cuidan o cuidarán de tu salud.
Trás felicitarnos por un trabajo bien hecho decido que necesito una, dos, tres copas. Y que me apetecen unos diez cigarrillos. Saco el móvil y empiezo a buscar en la agenda; siempre hay alguien dispuesto a salir. Los de siempre +1 nos presentamos en una conocida discoteca de Atocha. Noche entretenida, risas y charla amenizan el principio de la noche en un reservado compartido. Pero...algo no anda bien, peor que de rodillas, se podría decir. ¿Será la música?; ¿El garrafón?; ¿El cansancio acumulado?.
Empiezo a notar un dolor intenso en el estómago, me invitan a copas y las rechazo. El tabaco me cansa, mis alveolos mandan un mail directo al cerebro con el título: "Estamos saturados". Me apetece sentarme pero la gente nos ha desplazado, y estamos en medio de ninguna parte.
Siento que mis pies capturan razón. Me indican que la solución esta en irse a dormir, salir del ruido, desaparecer del mundo (total nadie se va a dar cuenta) e ir con Morfeo.
Escribo esto todavía con el pijama puesto, reflexiono y me asalta una pregunta:
¿QUÉ ME ESTÁ PASANDO?
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