jueves, 29 de enero de 2009

El miedo más atroz

Despiertas un día, un día como cualquier otro. Puede ser mañana, quien sabe. Despiertas. Un fuerte dolor de cabeza y de espalda te impide abrir los ojos. Dios que dolor. Algo te impide mover las manos y los pies. ¡¡¡¡¡Estoy atado!!!!!. Mierda que puedo hacer yo ahora.

Te paras un momento para observar la situación, intentas recordar que ha pasado. Tú ultimo recuerdo es la asquerosa cama de hospital donde estabas. Entraron dos personas, sí, de eso si que me acuerdo. Cogieron algo, una jeringa de 10 cargada con un líquido turbio. Lo introdujeron por la vía. Después, me note caer. Caída, un profundo abismo me avisaba que estaba dejando este mundo. Caigo, mi corazón se agita con fuerza, es como las pesadillas en las que te levantas sobresaltado, pero esta vez no hay despertar que me alivié.

Sigo si abrir los ojos, me da pánico observar lo que me temo. Estoy dentro de una caja de pino, se han olvidado de mí. Catalepsia, o no. Mi miedo más atroz, la muerte que nadie quiere. Recuerdo haber leído de ello. Los cuerpos que son exhumados y se encuentran en posiciones imposibles, posturas de agonía por la pronta muerte.

Por fin abro los ojos, oscuridad, la negrura se apodera de mis ojos y de mi esperanza. Aire viciado, un ambiente cargado. Angustia. Con las manos atadas intento reconocer el espacio que ocupo. Doy un golpe arriba, sin duda, suena a madera. Los laterales, madera. Mi temor más verdadero se hace realidad. No puedo hacer nada. Voy a morir, aquí sólo y de la peor manera imaginable.

Grito, grito porque es lo único que puedo hacer, mientras las paredes de mi ataúd se hacen más estrechas. Quiero morir ya, que se acabe esta agonía. Sigo gritando, nadie me escucha, la soledad del campo santo hace imposible mi rescate a tiempo. El oxígeno se acaba, notó como me falta el aire, la respiración se hace más rápida, los latidos de mi corazón también se aceleran. Me retuerzo, no sin dificultad. Estoy sudando, mis manos están llenas de heridas de dar golpes contra la estrecha caja. Por fin, paro. Me quedo quieto. Notó como mis músculos quedan paralizados.

Una luz blanca se acerca a mí. O yo me acerco a ella. Estoy llegando, que paz trae esa luz. Sólo puede ser un sitio, un sitio de felicidad eterna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario